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La miga que tiene Sniace

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Gruber04

Sin duda, Sniace despierta pasiones y produce ríos de tinta, física o virtual.

Vaya por delante que es sano firmar las opiniones para facilitar el contraste de pareceres con rigor. Lamentablemente, las redes sociales están promoviendo un tipo de seudodebate, en que los opinantes, escudándose en el anonimato de un seudónimo, no ya se contentan con dar su opinión sin rigor ni contraste previo, sino que se ocultan para insultar impunemente a quien opina de otra manera. Quienes firmamos nuestras opiniones facilitamos la labor a quienes se dedican a insultar. No nos importa.

Distingo, dentro de esos debates, a quienes, desde la política o desde un periodismo profesional, si bien no suelen insultar abiertamente, sí caen en los errores de falta de rigor y contraste de datos. A éstos los considero más responsables, porque los ciudadanos, en general, les atribuyen más autoridad en sus opiniones y confunden más, lo hagan o no intencionadamente.

Sniace es un tema que, indudablemente, tiene miga. No sólo porque sus trabajadores han sido protagonistas, en muchas ocasiones, de luchas ejemplares por sus puestos de trabajo, sino porque, efectivamente, Sniace se ha convertido en un símbolo que despierta controversia. Tanto sobre su peso económico real en la economía de Cantabria en general, como sobre su idiosincrasia de empresa que siempre se la vincula con el régimen anterior. Tanto sobre su supuesto favoritismo a la hora de recibir ayudas públicas, como sobre el carácter contaminador de sus producciones. Tanto sobre su porvenir, como sobre su situación ruinosa... Hablar de Sniace, continuamente, se hace utilizando mantras que nadie se ocupa en desmontar y que, de tanto repetirse, muchos creen que son verdad incuestionable. Como en todas las cosas, esas opiniones pueden tener algo de verdad, si no no correrían tan fácilmente entre la opinión pública, pero muchas de ellas tienen mucho de falsedad. Y se confirma el dicho de que la ignorancia es madre del atrevimiento. Pero "es igual", hay que combatir el aburrimiento como sea, y si hay que despotricar sobre Sniace, mejor.

Curiosamente, abundan las opiniones de quienes critican la perseverancia actual de sus trabajadores y trabajadoras en defensa de su futuro, y ven mal el apoyo de los sindicatos a esa lucha. Alegan que los de Sniace no son los únicos que están padeciendo la actual crisis. En el fondo están quemados porque ellos no fueron capaces de buscar apoyos para luchar por lo que era suyo con la misma decisión que los de Sniace.

Pocas personas valoran lo que puede suponer que más de quinientos despedidos vuelvan a ser readmitidos y puedan recuperar la mayor parte de sus derechos, aunque dejen plumas en el camino. Nadie creyó que eso iba a ser posible y está en vías de llegar a serlo. Y sorprendentemente parece que a algunos les duele que así sea. No se dan cuenta de que supondrá un precedente que puede beneficiar a muchos otros trabajadores en el futuro.

Abunda mucho desconocimiento sobre la situación real por la que está pasando la empresa, sobre los condicionantes legales (que son infinitos) que impone la situación concursal en la que está inmersa Sniace, y no dan importancia alguna, por ejemplo, a que un juez pueda demorar negligentemente, durante meses, la resolución de un problema, con las consecuencias de todo tipo que dicha demora acarrea y sin que nadie le pida cuentas. Sobre la gestión anterior de la Dirección de la empresa me he manifestado en varias ocasiones y no tengo que repetir que, cuando menos, me ha parecido errónea.

Pero centrarse ahora en la "insólita recuperación" de Sniace como ejemplo contrario a la corriente general, tan manoseada, de que hay que cambiar el modelo productivo (otro mantra) es ya el colmo. El modelo productivo, junto con el modelo financiero y el fiscal forma parte del modelo económico que generalmente no se cuestiona, pero que ya va siendo hora de que se empiece a cuestionar. Sin modificar los dos últimos, financiero y fiscal, un nuevo modelo productivo no tendrá viabilidad. Criticar, por tanto, que alguien se empeñe en mantener o recuperar lo ya existente, la actividad y los puestos de trabajo, en vez de trabajar por un futuro modelo mejor, por el que nadie ha empezado a tomar medidas, y que nadie sabe si llegará, sólo se puede hacer desde la postura cómoda del espectador que no se compromete personalmente en la búsqueda de soluciones y no ofrece alternativas, o que sólo trata de combatir su aburrimiento.

Lo último que le faltaba a Sniace es ser motivo de disputa política. Y menos, metiendo a los sindicatos por medio.

Utilizar a los sindicatos como dardo contra el oponente político es algo muy barato. Como si los partidos políticos no tuvieran su responsabilidad en este tema. Si pusieron todos los medios para impedir que Sniace fuera a la liquidación o si, más bien, apostaron por su desaparición definitiva, sin ofrecer ninguna alternativa a cambio. O si, más bien, actuaron movidos por intereses espúreos. Está pendiente un análisis pormenorizado y documentado de las distintas posturas políticas, sindicales y empresariales sobre el asunto, a lo largo de estos últimos tres años, o quizá mirando más lejos, porque el tema tiene historia. Se descubrirían muchas cosas y alguien tendrá que hacerlo. Y se hará.

Es cierto que todos los sindicatos no piensan igual sobre el tema. Pero dejémosles que asuman toda la responsabilidad de sus actos. El tiempo pondrá a todos en su sitio y será fundamental que, cuando llegue el momento, no perdamos la memoria y podamos ver cuánto de buena fe y cuanto de engaño había en su discurso. Por el momento, aplaudo a los que se empeñan porque la situación se revierta, que son la mayoría, y los trabajadores y trabajadoras vuelvan a la normalidad. Admiro su paciencia y perseverancia. Efectivamente, uno puede engañar a alguno una vez, pero no podrá engañar siempre a la gran mayoría, por mucho que cuente con el apoyo de medios poderosos de difusión y conformación de la opinión pública.