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Economía

¡Sí, sí, sí. Los gritos de Sniace se oyeron en Madrid!

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Dentro y fuera de la Junta de Accionistas de Sniace, los trabajadores de la fábrica torrelaveguense fueron los protagonistas. Viajaron a Madrid para que los escucharan los inversores y la directiva, los que ponen el dinero y los que toman las decisiones, y vaya si les oyeron. Los gritos de la plantilla, las bocinas y los petardos, no cesaron durante la hora larga que duró la junta y pusieron el fondo sonoro a la intervención del presidente, Blas Mezquita, llegando en muchos momentos a hacer prácticamente inaudibles sus explicaciones. Mezquita hablaba de proyectos y de "decisiones difíciles" y sus trabajadores, en la calle, clamaban por su futuro y por el mantenimiento de todos los empleos de la factoría.

Cuatro autobuses, con cerca de 250 personas, salían a las 5.30 de la mañana de la fábrica con destino a Madrid. Una "marea roja" que a su paso anunciaba su situación, con carteles pegados en las ventanillas de los buses: "Sniace, manos arriba, esto es un atraco" y "Unidos somos invencibles". El objetivo: presionar a la empresa para que en julio no presente un segundo expediente de regulación de empleo y para que no valore ninguna salida que conlleve despidos. Las seis horas de viaje no solo no menguaron las fuerzas de los trabajadores sino que aumentaron sus ganas de dejar claro que no claudicarán sin luchar. Frente a la puerta del Hotel Sanvy, encajonados entre vallas y policías, no se permitieron ni un minuto de silencio. La estrecha calle y la fuerza de sus voces hicieron que los consejeros y accionistas de Sniace sintieran casi casi junto al oído a los trabajadores.

El presidente explicaba su gestión en la junta y de fondo sonaba "Mezquita, escucha, Sniace está en la lucha". Cuando hablaba del compromiso del Gobierno de Cantabria en las medidas para ayudar a Sniace, en la calles coreaban "presidente, incompetente", quizá por Mezquita, quizá dirigido como otras veces a Ignacio Diego. Y mientras en la junta se votaba el sueldo de los consejeros, fuera gritaban "así, así, ni un paso atrás, contra el terrorismo de la patronal".


En el interior del hotel donde se reunían los accionistas, entre los grises y azules de los trajes, el rojo de las camisetas, y en negro el mensaje: "Sniace en lucha, otra vez". Como invitados, un miembro de cada sindicato representado en el comité, como accionistas algunos trabajadores, que con sus propias participaciones o por delegación de sus compañeros, participaban por derecho en la junta. Los accionistas-accionistas en la parte delantera y los accionistas-trabajadores en el fondo, aunque las pequeñas dimensiones del salón no ponían demasiada distancia entre unos y otros.

Habló Mezquita y hablaron los trabajadores. Dos de ellos tomaron la palabra, para recordar que Sniace es un referente en la comarca del Besaya y que Torrelavega no se puede permitir perder una industria de su calado. También para dejar claro que son 500 puestos de trabajo y eso no es sólo una cifra, son 500 personas, 500 familias. Y para pedir que se eliminen consejeros, una forma de reducir costes que a buen seguro se hizo con plena conciencia de que resultará difícil que los consejeros reduzcan el número de consejeros. Del mismo modo, manifestaron su convicción de que Sniace tiene futuro, que se puede salvar y que, además, debe hacerlo como un  todo. Si no somos todos estaremos condenados a ser ninguno.

En la junta, gestos de aquiescencia y una inoportuna risita, de un accionista que consideraba que mil acciones son "peccata minuta". Quizá no sepa que algún consejero que se sienta en la mesa presidencial tiene un número similar, decían los trabajadores. En su papel, el presidente acoge de buen grado las peticiones y los comentarios de sus empleados, suscribiendo íntegramente lo dicho en algún caso, aseguraba, dispuesto incluso a "estudiar" la solicitada reducción de consejeros.

Mucha comunión de opiniones, pero no una posición única. Empezando por el propio comité de empresa. La ruptura de la unión sindical se volvía a escenificar en Madrid. Los representantes de UGT, SUC y CCOO viajaban en los autobuses, con camisetas, carteles y pancartas. El representante de USO, sindicato que se ha desmarcado de la convocatoria de la huelga, lo hacía en coche, junto a algún otro compañero de central, y en la junta se sentaba hacia la parte delantera, casi confundido entre los accionistas. A su lado, una trabajadora y miembro de ese sindicato, con su camiseta roja, ponía el punto de color entre tanta americana seria. Tampoco a la salida se cruzaron unos y otros, a pesar de los gritos de los concentrados, que de forma insistente y poco amistosa reclamaban la presencia del delegado de USO. 

La "marea roja" se hacía notar a la hora de hablar de las remuneraciones de los consejeros. Se levantaban los trabajadores-accionistas para decir no, y una decena de voces manifestando contrariedad descolocaron un poco la rutina de la junta. Al final, no se puede decir que el resultado fuese reñido, las retribuciones se aprobaron por algo así como veintitantos millones de acciones frente a diecipocasmil. Un gesto.

Lo que se esperaba como una junta de accionistas más larga de lo habitual, mira tú por donde, se ventiló más rápido que nunca. Poco más de 60 minutos para resumir el presente y el futuro de una empresa y de sus puestos de trabajo. Después saludos entre los trabajadores y los consejeros, entre el secretario del comité y el presidente de la empresa. Hay que ponerse las pilas, venía a decir uno, ya sabes cómo están las cosas, más o menos respondía el otro. Y con "escuchito" incluido. Según explicaba después a los trabajadores el secretario del comité, el confidencial mensaje del presidente era que nada se sabe de la reunión que su homólogo en el Ejecutivo regional, Iganacio Diego, había comprometido.

Saludos, declaraciones a los medios, y en la calle, los cerca de 250 trabajadores esperando saber qué ha pasado. Breves explicaciones y se remite a la asamblea del día siguiente, donde se explicará qué ha pasado y se analizarán los siguientes pasos a dar. A partir de ahí, un ratito de asueto para la plantilla. La mayoría opta por el bocadillo y el solecito madrileño, que ya se le hace raro a los trabajadores de Sniace moverse sin lluvia encima, como la que les despidió y recbió este miércoles en Torrelavega.

Y en nada de nuevo al autobús. Por delante otras seis horas de viaje, que van pasando factura. En los cuerpos y en los ánimos de una plantilla que, por cierto, está en su sexto día de huelga. Todo sea dicho, el frio intenso de la meseta no ayuda para nada a aliviar el cansancio de la jornada, olo aumenta las ganas de llegar por fin a casa.

Cerca de las diez, detrás del limpiaparabrisas que no da abasto, como a la salida –Sniace y la lluvia-, se dibuja Torrelavega y unos minutos después la silueta de la amada-odiada Sniace, madre-madrastra que alimenta y hace sufrir. Breves adioses y desbandada general, que hay ganas de descansar, de dormir y compartir con la familia lo que ha dado de sí la jornada.

Por cierto, que hace veinte años hubo otro viaje de la plantilla a Madrid. En aquella ocasión, siete autobuses de los 1.300 trabajadores que tenía la empresa (aquellas plantillas de entonces). Esta vez cuatro autobuses, unas 250 personas que representan más de la mitad del personal de la empresa (las grandes plantillas de ahora). Hace dos décadas el resultado, del viaje y de lo demás, fue que hoy seguimos hablando de Sniace. ¿Esta vez? ¿Cuál será el resultado?

Continuara...