Las marzas quedan protegidas al ser declaradas Bien de Interés Cultural

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Las marzas, los bolos y rabel han sido considerados por el Gobierno de Cantabria, Bien de Interés Cultural Inmaterial. Buena elección la de estas tres manifestaciones culturales que, sin duda, contribuyen a afirmar nuestra identidad como región. Nadie puede dudar que los bolos son nuestro deporte vernáculo por excelencia; o el arraigo del rabel como instrumento musical que para sólo o acompañando a coplillas se implantan en lo más profundo de nuestro folclore. También, las marzas profundamente enraizadas en nuestra región y cuyo significado trascienden más allá de ser unos cantos, aplicadas a una fecha determinada o por su acción petitoria. Las tres manifestaciones forman parte de nuestro patrimonio etnográfico más arraigado.

Para conmemorar dicha Declaración, la Consejería de Cultura organizó una gala en el Palacio Festivales, sobre estas tres manifestaciones culturales, haciendo un recorrido por cada uno de los nuevos BIC.

Pareciéndome todas interesantes, por ser "marcero", voy a centrarme en la Sección MARZAS. Los Marceros de Polanco tuvimos el honor de compartir escenario y representación con otros dos grupos de exquisita categoría: la Asociación Ronda Marcera de Torrelavega, agrupación numerosa, compuesta por miembros de varias grupos corales de la capital del Besaya y el Coro Ronda Altamira, veterana y afamada agrupación coral de la capital cántabra. Nosotros, los Marceros de Polanco, somos un grupo de vecinos que nos reunimos únicamente para cantar marzas el último día de febrero y primero de marzo e ir de ronda, casa a casa, por todo el municipio; suponemos, preservar la esencia rural de la tradición marcera.

 

Cuando comenzamos a recuperar la ronda -hizo 25 años en febrero- no llegábamos a pensar, ni por asomo, la expansión, repercusión y trascendencia que han llegado a tener las marzas en la región. Nosotros, pretendimos retomar una tradición que conocíamos sólo por oídas de nuestros mayores y cuyas canciones habíamos escuchado a través de la radio, cantadas por el Coro Ronda Garcilaso; alguno, se la había escuchado a las niñas del Colegio La Milagrosa que las cantaron en alguna ocasión.

Pronto comprobamos que las "marzas", dentro de nuestro patrimonio cultural, era quien mejor reflejaba el carácter de los hombres y mujeres de nuestra región, tantas veces descrito por diversos autores.

Entre estos autores se encuentra don Sixto de Córdova y Oña, en su tomo IV del "Cancionero popular de la provincia de Santander", hace una descripción del carácter de los polanquinos. Escribía don Sixto que "Polanco era un pueblo robusto de cuerpo y alma, religioso y noble; muy sobrio, aunque era rico por su labranza, sus montes a la sazón bien poblados, su ría y su honroso amor al trabajo. Por eso los de Polanco, cantaban, como escribe Pereda "siempre y en todas partes"."

Otros autores han aludido a la nobleza e hidalguía de los pobladores montañeses. Pues bien, el ritual de la "Marza", es un compendio de actos y actitudes que pone de manifiesto esta gallardía, hidalguía y nobleza de los marceros.

En principio, la marza consiste en dar la bienvenida a la primavera, una alabanza al resurgir y explosión de la naturaleza, con todo lo que eso supone como valor. Y cuya alegría se desea compartir con el resto de vecinos.

Comienza el ritual con cierta solemnidad - que contrasta con la sobriedad de su vestimenta y la sencillez de sus canciones cantada a una sola voz-, solicitando licencia a la autoridad municipal para iniciar la ronda. Después, una vez concedida ésta, con toda cortesía los marceros se dirigen a la casa del vecino a quién saludan con expresiones diversas, pero siempre respetuosas y piden permiso para cantar a la voz de "cantamos, rezamos o nos vamos". Si los moradores mandan cantar, se comienza ensalzando la tradición marcera; se da la bienvenida a marzo; se hace petición de aguinaldo y con toda la cortesía, en muestras de agradecimiento, se alaba a los moradores de la casa: " A los de esta casa Dios les dé victoria, en la tierra gracia y en el cielo gloria...", para posteriormente despedirse con el: "Adiós hasta el otro año, hasta el año venidero, si Dios nos da salud, a cantarlas volveremos".

A todo este ritual cortés de la ronda, otros valores caben añadir. Los de Polanco -supongo que la mayoría de las rondas-, todo último día de febrero y primero de marzo hemos salido, sin excepción, de ronda por el municipio. Llueva, granice, nieve o haga frío, siempre hemos acudido a nuestra cita. Nunca hemos sucumbido al desaliento por las inclemencias meteorológicas o cualquier otra causa y siempre hemos permanecido fieles al compromiso de acudir a rondar entonando las marzas.

De ahí que valores como el compromiso, perseverancia, responsabilidad, generosidad y capacidad de sacrificio deben sumarse a la actitud cortés, gallarda y sobria de la ronda marcera. Todo ello confiere a la Marza una concepción holística que va mucho más allá de la suma de actos que componen el ritual y de las definiciones que a la marza habitualmente se ofrecen, lo que la otorga ese carácter singular, compendio de recios, nobles y generosos valores que enarbolan el concepto de hidalguía atribuido al carácter cántabro y montañés.

Por ello, podemos decir que "ser marcero imprime carácter". Ser marcero marca un estilo, una manera de ser y de estar ante los otros.

Un acierto del Gobierno de Cantabria al considerar la inclusión de marza como BIC, como valor a preservar y difundir. Ánimo, a todos esos marceros que el último día de febrero surcan calles, plazas y callejas entonando "las marzas", como las cantaban sus padres y abuelos... Estamos de enhorabuena.