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Justicia para un inocente

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Justicia

Borja es mi hijo. Tiene un 80% de minusvalía. Su discapacidad es tan severa que no puede moverse por sí mismo ni hablar. Por eso soy yo quien exige en su nombre justicia, porque el día 3 de junio de 2010 un cuidador del colegio Fernando Arce, vinculado a la Fundación Asilo, lo sometió a abusos sexuales y fue sorprendido por una de sus compañeras de trabajo mientras lo hacía. Esos sucesos quedaron probados en el juicio que se celebró a instancias de la denuncia que nosotros, su familia, promovió. La sentencia dictada en el Juzgado de lo Penal número 1 de Santander es clara al respecto: el cuidador Alfonso G.L.V. masturbó y practicó una felación a un joven minusválido que no podía defenderse. Fue condenado a dos años de prisión y el juez dictó una orden de alejamiento de doscientos metros.

Quedaron, pues, probados los hechos, pero la sentencia, que inhabilitó al acusado para ejercer cargo público durante el tiempo de la condena, no impide que pueda volver a trabajar en el centro en el futuro. O en otro centro. Y mi pregunta es la siguiente: ¿puedo estar seguro de que no repetirá esos abusos con mi hijo o con el hijo de cualquier otra persona? ¿Tiene esa misma seguridad la Asociación de Padres del colegio y la Fundación Asilo?

Nosotros, su familia, hemos recurrido la sentencia y exigimos justicia para un inocente: un joven que no puede hablar ni defenderse; que no pudo declarar en el juicio porque le está vedada esa posibilidad.

Reclamamos justicia porque no podemos llevar a nuestro hijo a otro centro similar en Cantabria. En primer lugar, porque no hay tantos; en segundo lugar, porque no es sencillo encontrar plaza; y en tercer lugar, porque a una persona que padece las minusvalías que tiene nuestro hijo los cambios de hábitos le afectan negativamente de un modo profundo.

Pero también queremos denunciar la conducta que ha seguido en todo este proceso la Fundación Asilo. Una vez conocedora de los hechos –recuerdo que fue una compañera de trabajo del cuidador la que dio la voz de alarma- no denunció el caso, sino que siempre ha tratado de proteger a alguien a quien el juez estimó culpable y digno de condena. Nuestra plaza en el colegio nos supone unos elevados gastos. La Fundación Asilo no concede una plaza a nuestro hijo por caridad. Y ya que no cultiva la virtud de la caridad, al menos podría cultivar la de la justicia. Pero, por lo que se ve, tampoco está por esa labor.

La Fundación Asilo ha tratado de encubrir lo ocurrido por todos los medios. El condenado ha contado con la protección permanente de esa entidad. No lo han despedido, sino que fue él quien pidió una baja por enfermedad. Me pregunto si ésta es la primera y única ocasión que la Fundación Asilo encubre un delito semejante, y le planteo a su presidente, Luis López Ormazábal, una cuestión: ¿es más importante para usted salvaguardar el buen nombre de la Fundación Asilo con la mentira o con la verdad?

Mientras tanto, sigo esperando justicia para mi hijo, el único inocente de este lamentable suceso.