Cuando flipan los políticos

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Gruber04

Vivimos unos tiempos en que conseguir un empleo es el sueño de mucha gente, especialmente entre los jóvenes. Lejos quedaron los tiempos en que uno podía postularse para un empleo y durar en él un día o, incluso, horas, dejándolo voluntariamente. Era fácil conseguir trabajo.

 

Soñar es una cosa. Pero "flipar" es otra. Según la Academia, flipar es estar bajo los efectos de una droga, estar o quedar maravillado o admirado, o estar o quedar asombrado o extrañado por algo. Popularmente, se suele añadir el detalle de que ese algo es impensable, inesperado, gratuito y, por supuesto, agradable, beneficioso, un chollo, una bicoca.

Los políticos suelen flipar a menudo. Al menos, así lo manifiestan cuando atisban algún beneficio político inesperado y gratuito. Se les escapan sonrisas delatoras cuando hablan o anuncian algún proyecto económica o socialmente positivo, especialmente si está relacionado con la creación de puestos de trabajo. Son los signos de los tiempos. No les importa cuál sea la calidad de esos supuestos puestos de trabajo. Lamentablemente, esto de la calidad no les preocupa, sobre todo, porque han comprobado que quienes sueñan con obtener el ansiado empleo, no se andan con esas "minucias", con tal de conseguirlo.

Estamos en vísperas de campaña electoral y qué mejor que poder presentar proyectos que generen empleo. Nuestro Presidente Revilla flipa, seguro (y no digamos su Consejero Francisco Martín), con la presentación del megaproyecto de recuperación de la explotación minera de la que tanto se habla en estos días, y el "espectáculo-representación" del inicio de los sondeos. Se trata de un "beneficio político" (una bicoca, un chollo electoral) inesperado, con poco coste (cambiar la Ley del Suelo de Cantabria de un plumazo, sin gran oposición tiene poco o ningún coste político), pero sin ninguna certeza de que no habrá coste medioambiental. La sola insistencia, por parte del Presidente, de que el proyecto no dañará el medio ambiente es ya, de por sí, sospechosa.

Las preguntas que a la gente de a pie se le plantean son varias y de distinta índole.

Se asegura que el impacto medioambiental será nulo, porque hablan de explotación minera subterránea, de explotación a 500 metros de profundidad. Pero, ¿qué va a pasar en el interior de la mina? ¿Cómo o por dónde van a sacar el mineral al exterior? ¿Dónde o cómo lo van a concentrar?

Han hablado de un túnel de siete kilómetros con una pendiente máxima asequible para el transporte. Se trata de sacar el mineral desde 500 metros de profundidad, se supone que con bañeras gigantes (camiones mineros) por ser este el medio más económico, práctico y seguro. ¿Pasará el túnel por debajo de la cueva de Altamira? ¿Qué harán con la ganga (el material desechable que acompaña al mineral)? Se supone que, en el mejor de los casos, el mineral aprovechable representará solo un 8-9% del total del material extraído. ¿Dónde depositarán el 90% de escombro restante sin que impacte medioambientalmente? Se tratará, ni más ni menos, que de unos ¡¡200 millones!! de toneladas de áridos. Con este volumen se podrían sustituir y clausurar todas las canteras de la región. ¿Dónde encontrarán terreno adecuado y espacio suficiente, en un radio de siete kilómetros para implantar la correspondiente escombrera?

¿Cuánta agua necesitarán para lavar el mineral? ¿A dónde irán a parar los lodos? Dicen que se puede concentrar el mineral por un sistema seco, pero mucho más caro. ¿Cuál emplearán?

La RCA de Minas, y posteriormente Azsa, sustituyeron, prácticamente la explotación bajo tierra por la de cielo abierto, el Zajón, porque la explotación subterránea resultó económicamente inviable. Aún así, con el tiempo, también el Zajón acabó siendo no rentable. En ese momento, el Zinc se vendía a 500 dólares/tonelada y se extraía a 200 metros de profundidad. No era suficiente para seguir explotando la mina y la cerraron. En la actualidad, la tonelada se vende a 3.000 dólares, dado que ha aumentado la demanda, pero en explotaciones a cielo abierto. Aquí, asegura Revilla que la explotación será bajo tierra y a 500 metros de profundidad. ¿Cómo pueden salir las cuentas entre una mina a cielo abierto que vendía a 500 dólares y otra subterránea, infinitamente más costosa por su profundidad, que hoy empezaría vendiendo a 3.000 dólares la tonelada? ¿Cuáles serán los precios, dentro de veinte años? ¿Cerrarán la mina y se marcharán, dejando atrás un montón de ruinas y parcelas inservibles? De todas maneras, los técnicos dicen que la mina no estaría construida ni iniciaría su explotación antes de diez años. Mientras tanto, los puestos de trabajo que se creen lo serán de construcción.

Pero esos son cuidados del milano, de quien haga la inversión. A la mayoría de la gente le interesa que los puestos que se creen sean de calidad. Y, sobre todo, que no se produzcan daños al medio ambiente. De momento, las autorizaciones son para explorar, mediante sondeos. Según sean los resultados de los mismos, se podrá empezar a hablar de construir o no efectivamente la mina. Por cierto, ¿cómo pueden los propietarios de los terrenos, donde se sondee, preservar sus derechos? ¿Pueden entrar, sin más, a sondear en terrenos particulares?

De todos estos pormenores sería conveniente que el Presidente Revilla nos informase.

Esperemos que nuestros políticos dejen de flipar y no pierdan de vista la negra historia de la minería en la comarca y, en concreto de la mina de Reocín: rotura del dique de la balsa de fangos, 18 personas fallecidas (amén de fallecidos en accidente laboral), el hundimiento de parte del pueblo de Reocín, la demolición de sus edificios, la indemnización cutre con que pagaron a los vecinos por sus viviendas y, para terminar, la desastrosa gestión del Plan de Restauración de los espacios por abandono de la actividad minera. Nadie se atrevió, durante esa larga historia, a pedir responsabilidades a la empresa y a sus directivos. Como tampoco se ha atrevido nadie, hoy, a investigar a fondo sobre las emanaciones de agua en la Turbera y su origen, por poner un ejemplo reciente. Está por ver que las medidas adoptadas en este caso vayan a dar resultado.

Esperemos que nuestros políticos dejen de flipar y que, pasadas las elecciones, se apliquen con rigor, al control del cumplimiento de las normativas aplicables, velando, ante todo, por los intereses generales de los ciudadanos que no se reducen a la creación de empleos de baja calidad, porque la vida es algo más que acabar siendo un trabajador con empleo pero pobre. El Sector de la Minería aporta importantes beneficios económicos y sociales, pero casi ningún proyecto minero es una bicoca, porque comporta, en sí mismo, serios riesgo de todo tipo.