Vie29032024

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El árbol, el parásito y la semilla

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Poco hace falta a estas alturas, poner en valor la labor de Torrearboleda. EL trabajo desinteresado que vienen haciendo Germán y Mateo, así como otros vecinos, para la protección y puesta en valor del arbolado urbano en la ciudad de Torrelavega es digno de reconocimiento. Personalmente, mucho he aprendido estos meses gracias a ellos. También tengo que mostrar mi admiración por la capacidad de movilización que tienen, algo hacen bien que otros colectivos no sabemos hacer. De cualquier modo, no puede ser más beneficioso para la ciudad que un grupo de activismo ambiental tenga esa capacidad de movilización.

 

Han conseguido activar a una parte importante de la ciudad y han puesto la promoción y defensa del arbolado urbano en valor. No puedo ver más esperanzado el futuro de la ciudad en este aspecto. ¿Dejará de parecernos una locura que haya hojas en el suelo en otoño? Creo que lo están consiguiendo.

En su manifiesto en defensa del árbol urbano dicen que la política no es lo suyo, pero vaya que si lo es, y a esto quería llegar. Hacer política es lo que hace Torrearboleda: desde los paseos interpretativos, pasando por las charlas con especialistas, hasta el trabajo en redes sociales y por supuesto la concentración contra la tala para la ejecución de la cubierta del parque infantil. Política honesta, política para los árboles, para los vecinos y para la ciudad.

Ahora bien, como colectivo y con el éxito de movilización que tienen, desde mi punto de vista se les plantea un nuevo reto: saber mantener a raya a la política oportunista, la política parasitaria que se arrima al árbol que mejor cobija y que puede contaminarlo. Me resulta ofensivo, siento decirlo de forma tan grave, ver en la concentración del otro día, a políticos de sillón, que teniendo recursos económicos y técnicos a su alcance, no han movido un solo dedo por proteger esos árboles o cualquier área o zona verde de la ciudad. Políticos de foto y titular que promueven el destrozo de áreas verdes del municipio, que cuando está en sus manos, hormigonan y alquitranan cada metro cuadrado que queda libre de la ciudad.

Su manifiesto es impecable y se centra en la protección y defensa del arbolado y en criticar la barbaridad cometida por el Ayuntamiento con la poda y tala realizada. Asimismo, como cualquier otro vecino o vecina, están en su derecho de opinar o no acerca de la necesidad de cubrir ese u otro parque infantil, pero su discurso se está aprovechando como recurso electoralista por estas especies parasitarias que existen en todo ecosistema.

Con respecto a la necesidad de la cubierta, yo tengo una opinión contraria. Veo necesarias intervenciones que permitan la cobertura de algunos parques infantiles en la ciudad, políticas que se vienen desarrollando con tremendo éxito en ciudades y pueblos de Euskadi por poner un ejemplo.

En un parque los más jóvenes tienen la posibilidad de desarrollarse física, creativa e intelectualmente, pero sobretodo, socialmente. Por este motivo, los niños deben disponer de las instalaciones necesarias para poder jugar en el espacio público y tener un ocio libre y sin consumo. Estos parques tienen que cubrir criterios como la seguridad o la accesibilidad y el fomentar la sociabilidad, la igualdad o las relaciones intergeneracionales, por poner unos ejemplos. También deben adaptarse a las condiciones del entorno, en este caso, no nos engañemos, vivimos en una ciudad de clima cantábrico, aquí llueve un día sí y el otro también. Por supuesto, adaptarse a las condiciones del entorno, quiere decir adaptarse al igual que a las condiciones climatológicas, a las condiciones urbanísticas y ambientales. No era necesaria una cubierta de estas características, no era necesario talar esos estupendos árboles.

En las actuaciones urbanas solemos cometer dos grandes errores: el primero, asumir la actuación como una oportunidad para saciar el ego personal de los políticos y arquitectos o ingenieros de turno. Inventamos soluciones espectaculares y llamativas con las que poder dejar nuestra firma. El segundo, no preguntamos a los que deberían ser los principales protagonistas. ¿Por qué no se les puede preguntar a las niñas y niños usuarios del parque como les gustaría que fuese? ¿Por qué no pedirles consejo para el diseño? Seguro que ellos ni locos plantearían como necesario talar los árboles, seguro de hecho, que los consideran parte importante del parque y del juego. Padres, madres, abuelas y abuelos de estos niños seguro que también dan buenas propuestas para poder compartir esas horas en el parque y que este atienda también a sus necesidades.

Parece que hemos perdido la oportunidad de hacer las cosas bien otra vez y los catorce árboles talados ya no los recuperamos. Espero podamos aprender del error y seguir luchando por una Torrelavega más verde.
Estimados amigos de Torrearboleda, os pido que no dejéis la mesa que decidirá el futuro del Parque Manuel Barquín, sois más necesarios que nunca, no dejéis solo en manos de los políticos de sillón el futuro de uno de nuestros pulmones.

Muchas gracias por acercar la ciudad a los árboles.