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La Plaza Mayor

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Plaza-Mayor-antigua

Si a alguien le preguntaran cual es el centro de Torrelavega, nunca dudaría en decir que la Plaza Mayor. Tan claro, como la Puerta del Sol. Además, tampoco sería descartable considerarla como el kilómetro cero de Cantabria.

Pero la Plaza Mayor era mucho más que eso. Jugar al balón con 10 años, robar un beso con 15, quedar con los amigos con 20, pasear a tus hijos con 30, manifestarte a los 40, escuchar a nuestra Banda Municipal a los 50, y tomar el sol a la jubilación... La Plaza Mayor tiene repertorio para todos.

Vamos a dar una vuelta, amigos. El Bar Udías, posteriormente La Pantera Rosa. Fotos Diego, un clásico. Serafín, pionero en el concepto grandes almacenes, y en las escaleras automáticas. Era un comercio adelantado a su tiempo. La Llave. Farmacia de Abascal y de Cacho Regatillo. Estrada Moda, y Óptica Manuz. Casi nada: la Caja de Ahorros de Santander (posteriormente de "Santander y Cantabria", más tarde Cajacantabria, y ahora Dios sabe cómo se llama...). La Cafetería Saja, Discos Muñoz, Cero Noventa y Cinco, y la Carnicería de la Virgen Grande, con su mosaico imposible de olvidar. Banesto. La ferretería de Sucesores de Jacobo Díaz, Joyería Obregón y... aha! Mantecón!!!

Mantecón era nuestro paraíso, y no voy a dejar de recorrer algunos recuerdos. De comer, los negritos, los caramelos de nata, los Kengo, los chicles Bazoka y Cheiw, las pastillas de leche de burra, los pirulís, las pipas de La Pilarica con su pequeño papel cuadrado y dobladito diciendo "La Pilarica, repita"... De jugar: los sobres de soldados, los desmontables, los paisajes donde poníamos las calcomanías de los indios, los ciclistas, las peonzas y los garabos (aunque eran mejores las del El Aldeano). Los cromos; el difícil siempre salía en los sobres de Mantecón. Las calcomanías y los tebeos: Pulgarcito, Tío Vivo, TBO, El Capitán Trueno... En Navidad los petardos y cohetes, las bombitas de mano y las bengalas. En los Santos inocentes, las bombas fétidas y los polvos de estornudar... Caray, qué paraíso.

Tardes de Sábado en aquellos bancos recios e inconsumibles, de piedra pulida por el paso de la amistad y de las horas de tertulia, bromas y ligoteo adolescente. Apoyado en una estructura ideal, para que pudiéramos jugar al fútbol sin necesidad de portero. No era fácil meterla, no.
Si llovía, a los portales, a gastar la paga. A cambiar los cromos. A ver a las chavalas, y empezar a sentir todas esas cursiladas que nunca hubiéramos reconocido. Ni atados!
Entre semana, escapadita para ver a la chavaluca cuando se bajaba del autobús. Ese era un paso además de fugaz, casi furtivo, porque entre semana no se salía, pero había que verla como fuera.

Y todas las generaciones, conviviendo en ese mismo espacio y compartiendo año tras año, los mismos recuerdos. Tardes de juego, de paseo, de diversión y de ilusión.
Hoy, la Plaza Roja y sus terrazas, han basculado el centro neurálgico de Torrelavega. No es menos cierto, y hay que decirlo, que quien tuvo que "dar cariño" a la imagen de nuestra Plaza Mayor, con su reforma, no estuvo demasiado afortunado, y la dejó un poco abandonada. Sin embargo, Ella, se ha mantenido fiel a un colectivo: el de los adolescentes y sus descubrimientos.