Vie19042024

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Los sonidos del silencio

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CuchiaTorre

Son las cinco. He hecho la digestión, y me puedo bañar. Sucesión lógica de acontecimientos. Conductismo primitivo de Paulov.

La vida se compone de muchos recuerdos y muchas sensaciones, pero para las personas especialmente nostálgicas, los olores y los sonidos constituyen la principal fuente de evocación de recuerdos mucho más complejos que los puros sentidos en sí mismos.
Cuando cuarenta años después, crees oír la detonación de la cantera de Cuchía, te despojarías de inmediato de tu camiseta y "al agua !"... Aquel sonido es un ejemplo de pura evocación. Hoy vamos a hablar de los sonidos de nuestra infancia.

Quienes seguís estos humildes relatos, sabéis que mi barrio fue el de Cuatro Caminos (actualmente Quebrantada), dicho lo cual, y me entenderán quienes fueron vecinos míos, el primer sonido que recuerdas en tu vida no es sino el cambio de tercera a segunda que hacían los camiones a la altura del Garaje Nereo, para reducir su velocidad antes del cruce. Era la combinación perfecta entre el sonido intenso, la tierra temblando, y los cristales a punto de estallar. Y así cada vez que un camión se disponía a pararse en el cruce, lo cual entonces, sucedía no menos de mil veces diarias; probablemente ciento cincuenta por las noches.

Más tarde, a las ocho en punto, otra cita insalvable: la sirena de La General, que se repetía a las doce, a las dos y a las seis de la tarde, intercalándose con las campanas de la Virgen Grande, fieles a sus horas, sus cuartos, sus medias.

Es curioso como este tipo de sonidos llegan a formar parte tan estrechamente de nuestras vidas, que llega un momento en que no los oyes. Honrosamente a su peculiaridad, el de los camiones nunca llegó a formar parte de mi vida. Ni de mis sueños.

Otro sonido que recuerdo con especial nostalgia, era el de las gradas del Malecón cuando ibas a "la parte de atrás" a hacer pis, y había una jugada de peligro. No me pidáis que describa los sonidos, pero era un murmullo tan peculiar, que absolutamente diferenciaba si la jugada era de ataque o de peligro para la Gimnástica. En aquellos domingos, también evocaría las notas del himno del Club, y como no, alguno de los anuncios que se oían por aquella megafonía, recordando empresas tan propias como el Horno San José, Estrada Butano, o Automóviles Quintiliano y Pelayo.

Los silbatos de los guardias, y necesariamente volvemos a Cuatro Caminos, formaban parte de la vida cotidiana de la ciudad. Quiero recordar que en aquellos años, en las autoescuelas se enseñaba un código de frecuencias e intensidad de soplidos de aquellos silbatos, que representaba indicaciones sobre cómo los conductores debían comportarse en la circulación. Entonces el silbato del guardia era una alarma de respeto, probablemente más convincente que la porra que colgaba de su cinturón.

La época de la transición nos trajo, especialmente en campaña electoral, otro sinfín de sonidos peculiares, incluyendo los famosos "...el pueblo, unido...", "...habla pueblo, habla..." o "La Internacional". Cuarenta años después, la nostalgia se viene reproduciendo en los últimos tiempos, mostrándose cada vez menos extemporánea.

En su día hablamos también de las Ferias, y el "caos acústico" que mezclaba al hombre de la Tómbola de los Jamones, con la sirena de El Caspolino, y con el último éxito de Camilo Sesto. Ese caos, se iba haciendo patente y evolucionaba con la edad. Nosotros no nos dábamos cuenta y nos parecía maravilloso; a nuestros padres se les hacía cada vez más complicado pasar una tarde en las barracas, y para nuestros abuelos era ya prácticamente imposible soportarlo. Nos daban la paga, y hala... disfruta, nieto, disfruta...

No obstante todo lo anterior, no podría acabar este relato, sin recordar con fervor y emoción, la sensación que provocaba en todos el timbre del colegio cuando anunciaba con toda su intensidad, la hora del recreo, la de la salida de la mañana y la de la tarde. Y entre tanto timbre, el del viernes por la tarde, que daba paso al maravilloso fin de semana. Y la eterna pregunta: cómo es posible que siendo el mismo timbre, la misma intensidad y frecuencia, las llamadas para entrar a clase y para volver del recreo, fueran tan distintas...

Pero, ya queda poco, y enseguida, a las cinco, la sirena de Cuchía anunciará la voladura de la tarde, y nos podremos bañar...