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Los protagonistas del Récord Guinness del partido de baloncesto más largo se reúnen 21 años después para recordar su gesta

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En 1995 Torrelavega entró en el Libro Guinness de los Récords por "El partido de baloncesto más largo jamás jugado". Veinticuatro jóvenes de la ciudad saltaron a la pista a las 07.04 horas del 15 de agosto y no la abandonaron hasta las 13.29 del día 16, cuando habían pasado 30 horas y 25 minutos. Aprovechando las Fiestas de Torrelavega aquellos jugadores se volvieron a reunir para celebrar el 21 aniversario de su gesta, con una comida en la que intercambiaron anécdotas y revivieron los mejores momentos de aquella iniciativa juvenil que metió a la ciudad en los Récord Guinness.

 

"En el baloncesto aficionado el número 21 es especial", dicen los protagonistas, para justificar el motivo de celebrar este aniversario y no otro. "A veces el aburrimiento ha hecho que juguemos con reglas estrambóticas, por eso no podíamos celebrar el décimo, ni el vigésimo... tenía que ser el vigésimo primero", explican.

Aquel récord se gestó un año antes, en el verano de 1994, cuando la noticia de que en Málaga se había jugado un partido de baloncesto de 27 horas y 30 minutos despertó el interés de un grupo de jóvenes aficionados a la canasta y comenzaron a madurar la idea.

Completar los dos equipos, la colaboración del área de deportes del Ayuntamiento, la cesión del pabellón Vicente Trueba y el contacto con el Libro Guinness de los Records hicieron el resto. Los participantes fueron: Jorge Sagastigordia, Alberto Liaño, Cristóbal San Miguel, Jimmy Hernando, J.A. Ruiz, José Miguel Martínez, Antonio Pérez, R. Mijares, David Álvaro, Miguel Pérez, R. Coterillo, Javi Fernández, Javi Álvarez, M. Fernández, Raúl Ortiz, Felipe Prieto, Ángel Revuelta, Jaime Gómez Boo, Roberto Sagastigordia, J. San Martín, Ignacio Alonso, Jesús Ramos, Sergio Ilincheta y J. Liaño.

Para preparar el reto, durante los meses previos fueron realizando simulacros de tres, seis y doce horas, al tiempo que contactaban con medios de comunicación locales para difundir el partido y con diferentes establecimientos y entidades que colaboraron con equipamientos y avituallamiento. Una preparación en la que no faltaron las anécdotas, como el descubrir a pocas horas del inicio que las camisetas no tenían dorsales y solo la ayuda de la madre de uno de los jugadores, sus tijeras y su plancha, pudieron salvar la situación.

Las reglas del partido eran las propias del baloncesto FIBA: posesiones de 30 segundos y 10 para pasar de medio campo (era 1995), doce jugadores por equipo, botar antes de andar... Además, los jugadores en ningún momento podían abandonar el pabellón ni podían dormir. La organización del Libro de los Récords Guinness solo permitía un descanso de cinco minutos cada hora, así que cada cuatro horas realizaban un receso de 20 minutos para ducharse y cambiarse de equipaje y de playeras. Dos fisioterapeutas de forma altruista fueron tratando los dolores que se acumulaban en espaldas, rodillas o tobillos, y numerosos aficionados al baloncesto colaborando haciendo actas y arbitrajes.

Con la perspectiva del tiempo, los protagonistas recuerdan que "los mejores momentos se vivieron por la noche", porque el pabellón estaba en la zona del recinto ferial y "cerca de quinientas personas aplaudían con entusiasmo las canastas". Lo difícil llegó de madrugada, cuando las horas se hacían muy largas. "Para evitar cansancio se prohibió defender con intensidad y correr contraataques", matizan. Precisamente en la madrugada se produjo el único problema de salud del largo encuentro, cuando los problemas estomacales de uno de los jugadores le obligaron a abandonar el partido.

A las 10.34 horas del 16 agosto la bocina avisaba en el pabellón de la consecución del nuevo récord. Decidieron seguir jugando un rato más y a las 13.29 horas se daba por concluido el partido. El resultado era lo de menos, pero ganó el Equipo Azul por 2.214 puntos frente a los 2.126 del Equipo Blanco.

TVE en Cantabria, por entonces la única televisión de la región, se hizo eco del récord, y semanas más tarde, en un partido de pretemporada del desaparecido SAB-Caja Cantabria los jugadores fueron homenajeados y obsequiados con una réplica de la estela cántabra para recordar la efeméride.

En la comida celebrada el pasado 20 de agosto, a la que asistieron 16 de los 24 jugadores, se recordó todo lo vivido por aquellos jóvenes hace 21 años. "Lo que yo recuerdo son las horas en La Llama hablando de ello y planificándolo; también al espectador 'algo alegre' que nos animaba durante toda la noche; o las risas en el banquillo viendo jugar a los demás y comprobando que ya no podíamos con el alma", detalla Jaime Gómez, miembro del Equipo Blanco.

Para David Álvaro, del Equipo Azul, el recuerdo más fuerte fue el momento en que batieron el récord anterior, "que coincidió con un tiro libre que estaba lanzando yo". Aunque acabó "tan molido que después dormí 24 horas seguidas", la experiencia fue "muy buena", porque "teníamos un objetivo marcado, pero ya el estar allí era un premio", asegura. "Fue nuestro momento de gloria, de hecho, fuimos héroes por un día", añade.

"Recuerdo qué jóvenes éramos y todo lo que disfrutamos; también recuerdo a mi madre, que ya no está con nosotros, en la grada", dice Cristóbal San Miguel (Equipo Azul), al que le cupo el honor de encestar la primera canasta del partido. También tiene fijada en su memoria la tarde del verano de 1994 en que por primera vez comentaron la idea y su sorpresa aquellas Navidades, cuando al volver de Oviedo, donde estudiaba, comprueba que varios compañeros ya habían empezado a preparar el partido. "Para el ensayo nocturno aún no se me habían caído los puntos de sutura de una operación quirúrgica y fue un engorro entrenar con vendas y todo eso, pero las risas lo compensaban todo", afirma con nostalgia.

Raúl Ortiz (Equipo Blanco) guarda los recuerdos más claros del "antes" del partido: "la planificación, los preparativos, los nervios por lo que estábamos haciendo..., la ilusión, en definitiva", porque el "durante" pasó en un abrir y cerrar de ojos. "No nos pareció lo mismo en aquella interminable noche, claro, pero realmente todo ocurrió demasiado deprisa", evoca. En cuanto al "después" dice que es algo que "aún estamos viviendo 21 años más tarde". Concluye asegurando que "lo que no puedo olvidar, hablando ya en serio, es que perdimos el partido por 88 puntos, y apenas puedo dormir desde entonces pensando en la revancha".

Han pasado 21 años de aquel largo partido de baloncesto, pero ese grupo de jóvenes sigue disfrutando recordando como una alocada idea de una tarde de verano en las míticas pistas de La Llama se convirtió en un reto deportivo que les hizo por unas horas protagonistas de la cancha del Vicente Trueba, "la bombonera de Torrelavega" donde se jugaron partidos ACB, y llevó a una ciudad que vivía intensamente la canasta al Libro Guinness de los Récords.

Parece difícil que se juegue la revancha, pero nunca se sabe.