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El colegio de los curas

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Estudiar en el Colegio de la Paz es cosa del nuevo siglo. En nuestra época, quienes cursamos estudios en el Colegio de La Paz, lo hacíamos en el Colegio de "Los Curas" o simplemente en "Los Curas". Si además lo hiciste en el "Colegio Viejo", entonces eras un alumno realmente ejemplar; al margen de tu expediente.

Yo no. No conocí el colegio antiguo, salvo por las referencias de mis hermanos y algunas fotografías de esas que con un apunte de tinta corrida, un maldito doblez encima de la pertinente anotación del año escolar, o una esquina quemada, nos trae de vez en cuando a la memoria un periodo de tiempo tan especial como aquel en que fuimos al colegio.

Empezar el día "haciendo fila", después de "alinearse" para que las distancias fueran correctas entre cada alumno, y ese respeto tácito a las estaturas, nos daban un aporte de disciplina luterana, sobre la que leí el otro día parece ser se sustenta el éxito de la enseñanza pública y modélica de Finlandia. Quizá actualmente debiéramos recuperar algo de aquello, y especialmente el respeto a los profesores que entonces era absolutamente férreo.

Por supuesto no tuvieras un problema de disciplina en el Colegio, porque si al llegar a casa lo contabas, ya no tenías un problema; tenías, dos problemas. Entonces los profesores tenían siempre razón como por defecto, como los agentes de la autoridad.

De aquella educación tengo algunos recuerdos malos, pero por suerte, muchos buenos. Y no precisamente porque predominaran, sino porque gracias a Dios la memoria es selectiva y borra los malos con mayor celeridad. Dejemos los malos ajustados a la disciplina, a algunos castigos irracionales (copia y copia...) y al maldito plinto del gimnasio.

De los buenos... muchos. Como aficionado a la música y al canto en general que soy, aquellas tardes en el "salón de butacas rojas" con Don Julio, aprendiendo a cantar, y el Festival de la Canción que se celebraba siempre en las fiestas, quizá eran los mejores momentos.

También me gustaba la piscina y mucho. Todas las tardes una hora con Travieso. Mi padre estaba empeñado en que servidor tenía que ser nadador, cuando Dios me hizo para pocas cosas, pero para el deporte... tampoco. Aquel olor que mezclaba generosamente (osea... olía mucho) el cloro con el sudor, tesis y antítesis de la higiene, no se me olvidará nunca. Compartían espacio: la piscina y el gimnasio. El gimnasio tenía muchos aparatos... de tortura, por cierto.

Cuando después de años he vuelto al gimnasio, he comprobado cómo el plinto y el potro (de tortura) aún me miran, y siempre con la complacencia de las malditas espalderas. Largas clases de "a hora" en gimnasia, con el difunto Charly, y con la supervisión del Padre José Antonio. Tuve que estudiar algo más, pero por suerte nunca vio en mí ninguna aptitud para el baloncesto, ni para el salto de altura o lanzamiento de peso. Cuando algunos abandonamos el colegio tras acabar la EGB (si, si... éramos de la EGB), el gran Juan Pérez Abascal, en el Instituto Besaya, nos llamaba los de "altura y peso".

La Iglesia del Colegio. Emblema arquitectónico de incipiente modernez y sátiro hormigón desnudo. A nosotros nos costó acostumbrarnos a aquella Iglesia, pero nuestros padres nunca la entendieron. Solo hormigón. Aquellas mañanas de viernes, con las manos entre las piernas calentándose al par de la entrepierna y el confort de la pana del pantalón. Único medio de superar el frío de aquel recinto. Cierto es que la mayoría de nosotros mantuvimos nuestro primer contacto con el vino en aquella sacristía, y siempre a la espalda del padre.

Allí hicimos la primera comunión, con el Padre Fernando y con la señorita Argentina. Por supuesto de túnica y con las manos juntas en posición de rezo. Y aquel maravilloso desayuno que nos daban después, con chocolate y bizcochos de soletilla, en los salones a los que durante el resto del año solamente los padres accedían. Entonces, nuestra única preocupación era ser capaz de tragar la "forma" sin masticarla.

Pero también tendría que agradecer al Padre Jesús ("el Kissinger") por aficionarnos al inglés y a la lectura en el mismo acto: aprendiendo canciones de Simón & Garfunkel y los Beatles. Aún mis cercanos me preguntan cómo es posible que me sepa aquellas letras a la perfección. ¡Ea! Este es el motivo.

Al Padre Ramón, párroco de Novales, nuestra generación tendremos siempre que agradecerle una mentalidad abierta y moderna. Con él y en aquellos años, conocimos la "nueva prensa" que surgía en España. Triunfo, Cambio 16, y alguna revista más, que analizábamos en clase cuando Franco aún estaba vivo, o quizá recién muerto. Recuerdo aquel 20 de Noviembre como si fuera ahora mismo. Nos mandaron a casa y suspendieron las clases tres días... ¡Cómo no lo iba a recordar!

Parece ser que hay recuerdos buenos, malos, y sorprendentes. ¿O no?.

Colegio de La Paz, Lanza a los cuatro vientos, Tu voz llena de aliento...