Vie29032024

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Desde la cuna

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SolvayPintura


Cuando un torrelaveguense quiere escribir con nostalgia de sus recuerdos, y ha sido hijo de un empleado de Solvay, necesariamente esos recuerdos deberán rendir homenaje a "La Fábrica".

"La Fábrica". Así se llamaba la empresa en casa de sus empleados, de sus productores, de sus directivos. Para todos, sin distinción, era "La Fábrica". Entonces, ésta cuidaba de todos. Mientras constituía la base de los ingresos de miles de familias en Torrelavega, Solvay albergaba un pequeño Hospital donde se pesaba a los bebés hijos de sus operarios. Después, solo había que crecer. Cuando ya eras niño y dejaste de ser bebé, podías ir a Las Colonias de Solvay. Después, podías jugar en el Club de Ajedrez de Solvay, esquiar en su Club de Montaña, o jugar al Tenis en sus frondosas instalaciones.
Al final, todos teníamos algo que ver con esas actividades que "La Fábrica" ofrecía a su personal y a sus familias.

Aquel Club de Tenis tenía, y aún conserva en su edificio de vestuarios, un toque de elegancia inglesa que lo hacía único. Pero además, tenía las únicas pistas de tierra batida de Torrelavega. Quien haya jugado al Tenis, sabe que la tierra batida es una superficie única. Su entorno, su silencio, sus árboles... Todo hacía de aquel Club algo único.

A su refugio en Brañavieja, le pasaba lo mismo. Tenía un toque alpino que le convertía irremediablemente, en un espacio de confort. Yo pasé muchas horas en aquel refugio. Algunas, esperando a que nevara; otras, esperando a que dejara de nevar. Inconformidad infantil, o simplemente ganas de que sucediera lo que debe de suceder en un refugio.

Confort porque tenía chimenea, y los mayores cuidaban bien de ella. Confort porque siempre he pensado que el mejor momento de una jornada de esquí, era el de quitarse las botas. Aquellas botas no eran como las de ahora. Eran de piel, con cordones, y untadas en grasa de caballo. Ahora, así descritas, pido al lector que se imagine lo que era aquello cuando no había remontes, o cuando hubo algunos, y no había dinero para "el pase"... Si lo de ahora es esquí, aquello era una fórmula irreversible de martirio infantil. Especialmente porque todo sucedía cuando te habías levantado a las 6:30 para ir a misa antes de ir a coger el autobús en Estrada Butano a las ocho. Y es que hace cuarenta años, la misa del sábado no valía para el domingo, ni por supuesto, se podía subir a Brañavieja sin "oír misa". ¡Qué gracioso! ¿Alguien recuerda haber "oído" en misa?

Un año, competí por el regional representando a Solvay. Íbamos tres de cada categoría, y los tres de mi edad de Solvay estaban malos; si no, nunca hubiera ido. Pero dio igual: me caí en la segunda puerta. Eso sí, me sentí orgulloso de representar a "La Fábrica". Y mi padre, más aún.

Cuando ya éramos más jóvenes, "La Fábrica" nos daba la oportunidad de hacer prácticas, y así, manteníamos el primer contacto con el mundo laboral. Algunos se quedaban a trabajar en Solvay, y todos estaban seguros de que le había tocado la lotería y que iniciaba una carrera profesional bendecida por el Señor. Aquellas generaciones, pensaban que era de aplicación la máxima teológica de que lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
Muchos más recuerdos vienen a la mente. Ya hace meses cité cómo todos aprendimos a dividir en el Casino de Solvay, cuando antes de que posaran las rabas en la mesa, ya sabíamos perfectamente a cuántas tocaba a cada uno. Benditas rabas, tiernas, aceitosas, y escasas. Siempre escasas.

Los libros que editaba la fábrica, con las viñetas de Lázaro. Con la reseña de los nacimientos, matrimonios y decesos. Nunca te cansabas de leer aquella reseña, que decía que en el mes de octubre de "aquel" año, nació Víctor, hijo de D. Pablo Conde, empleado de la Sala de Estudios, y de su esposa, Dña. María Luisa. Esa era, probablemente, la primera vez que te sentías importante.

Cómo quedó el Barreda, dónde viajaba el Coro, cuántos metros tenía la chimenea, y por qué estaba parado el teleférico de las piedras, eran preguntas recurrentes, que siempre formaron parte de nuestra vida.

Después de los años, hubo quien pensó que aquello era un paternalismo sin retorno, y todo cambió, pero "La Fábrica" permanece en nuestro recuerdo y forma parte de nuestras vidas... desde la cuna.